En las últimas semanas estamos en un proyecto con el Museo de la Minería del País Vasco en el que planteamos reforzar las tareas de documentación de su colección a partir de las evidencias orales proporcionadas por los voluntarios que, desde los años 80, se han encargado de formar y aumentar los fondos del museo.
Sin embargo, en Espiral llevamos mucho tiempo usando fuentes orales para conocer y actuar en elementos patrimoniales. Nuestro perfil académico y profesional nos permite jugar en las tres bandas del patrimonio cultural. Lo habitual es que los trabajos que realizamos tengan que ver con la difusión, pero con gusto nos adentramos en el terreno de la documentación del patrimonio o en el área de la investigación que, solo en algunos encargos quedan fusionadas. En esos casos, que suelen estar vinculados con el patrimonio contemporáneo, las fuentes orales son recuso documental e historiográfico de primera.
No me estoy refiriendo a las largas conversaciones que mantuvimos Maribel y yo con José Luis Sanchidrián. Encuentros en los que nos relataba su visión de la prehistoria de Andalucía y nos daba bibliografía pertinente para estudiar y así obtener las tesis y las bases temáticas sobre las que luego armar los guiones expositivos de las sala de los cazadores recolectores del Centro de la Prehistoria de Andalucía.
Más bien nos estamos refiriendo a la recuperación del testimonio del único trabajador del silo de Fuentes de Andalucía que, en la entrevista previa, registrada en el 2010 por Alba García y Desiree Ortega, explicó cómo funcionaba el enorme edificio máquina que es un silo, nos reveló datos interesantísimos que los escritos consultados no mencionaban como el frecuente envío del grano del silo a través del ferrocarril, o relató el efímero uso de la maquinaria totalmente renovada justo antes del cierre del silo. Un informante de una riqueza y claridad en su relato que nos dejó doblemente anonadados cuando se negó en redondo a continuar entrevistándolo. Así y todo, la evidencia oral fue trascendental para entender y, a continuación, exponer el espacio de trabajo que constituía el silo de grano de Fuentes de Andalucía.
En la misma línea llevamos a cabo hacia el 2004 una labor de recogida sistemática de historias de personas relacionadas con la minería de Bizkaia. La campaña “queremos oír su historia” estaba centrada en piezas a exponer en el Museo de la Minería del País Vasco, durante varias semanas la antropóloga Ingrid Kuschick logró alrededor de una docena de historias personales. Con la campaña tratamos de motivar a la institución en la generación de historias de vida de la población de la cuenca minera para que nutrieran un nuevo fondo del museo, el procedente de la riqueza de los recuerdos de las personas que vivieron el intenso mundo de la extracción de hierro. Espiral englobó aquella campaña dentro de la propuesta expositiva que, entre otros recursos, recurría a los relatos de los pobladores de la cuenca minera. De alguna forma queríamos mostrar que el patrimonio inmaterial podía tener una función comunicativa a disposición de la experiencia del público en el museo.
Teníamos algo de experiencia en trabajo de campo fogueada en sendos estudios. El primero realizados en 1989 en los tejares del Charco de la Pava de Triana (mi primera incursión en fuentes orales de la mano de Assumpta Sabuco, hoy profesora de antropología en la US) y con los obreros de la fábrica de boinas “La Encartada” de Balmaseda en el verano del 1991, para describir la vida del barrio obrero de “El Peñueco”.
En cualquier caso el proyecto actual con el Museo de la Minería del País Vasco, lejos del trabajo historiográfico, está en el campo de la documentación; intentamos que los voluntarios de la Asociación Cultural Museo Minero de Gallarta hagan un esfuerzo de memoria y aporten información sobre el rescate de las máquinas y herramientas de las minas abandonadas, del ingreso en la colección y en relación con los procesos de restauración de las piezas. El método de trabajo con los relatos orales de los voluntarios es sólido, pero el objetivo de recoger datos concretos y fiables a partir de recuerdos es más resbaladizo. Por eso el planteamiento es el de un ensayo: Haizea la directora del museo e Itziar, su documentalista, han escogido una pequeña muestra de piezas de sus fondos y estamos viendo lo que da de sí el método. No sé hasta dónde llegaremos aunque lo que ya puedo asegurar es que es un trabajo apasionante.
Deja un comentario
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.